—Sí.
—Comprendo que esté usted inquieto, y, créame, tiene toda mi simpatía. Marcaré este asunto como prioritario. Es lo más que puedo hacer. Espero que alguien se ponga pronto en contacto con usted.
Igual que había hecho hacía tantos años, cuando Sarah intentaba traducir el primer mensaje draco, Don se pasaba de vez en cuando para ver cómo le iba con la decodificación del segundo. Pero en vez de trabajar en la universidad, se enfrentaba a él en su estudio: la antigua habitación de Carl del piso de arriba.
El mensaje original draco, el recibido en 2009, estaba dividido en dos partes: una introducción para explicar el lenguaje simbólico usado y el meollo del mensaje (el MDM, como se hizo rápidamente conocido), que usaba esos símbolos de formas sorprendentes. Pero con el paso del tiempo Sarah descubrió cuál era el sentido del MDM, y se envió una respuesta.
El segundo mensaje de los alienígenas también tenía dos partes. Pero ahora el principio era la explicación de cómo descifrar el resto, suponiendo que pudiera hallarse la clave adecuada, y el resto, bueno, el resto quedaba en el aire. Como estaba cifrado, ni un sólo símbolo del primer mensaje aparecía en el segundo.
—Tal vez los alienígenas están respondiendo a una de las respuestas extraoficiales —dijo Don una noche, tarde, apoyado contra la puerta del estudio, con los brazos cruzados—. ¿No enviaron miles de personas su respuesta a los dracos antes incluso de que enviaras tú la respuesta oficial?
A la luz de su monitor magfótico Sarah parecía antigua, casi espectral, con el escaso pelo blanco iluminado desde su perspectiva.
—Sí que lo hicieron —respondió.
—Entonces tal vez la clave para descifrarlo sea algo que aparecía en uno de esos mensajes —dijo él—. Sé que trabajaste muy duro en ello, pero tal vez los dracos no estaban interesados en la respuesta del equipo oficial del SETI. Puede que quien pretendieran que leyera su último mensaje ya lo haya hecho.
Sarah negó con la cabeza.
—No, no. El mensaje draco de ahora es una respuesta a nuestro mensaje oficial. Estoy segura.
—Podría ser un simple deseo tuyo —dijo él amablemente.
—No, no lo es. Pusimos un encabezamiento especial en la primera parte de la respuesta oficial, una larga cadena numérica, para identificar ese mensaje. Es uno de los motivos por los que no publicamos en la web la respuesta completa que enviamos. Si lo hubiéramos hecho, todo el mundo tendría el encabezamiento y eso habría invalidado su propósito. El encabezamiento era como un logotipo oficial para identificar la respuesta que enviamos de parte de todo el planeta. Y esta contestación a nuestra respuesta se refiere a ese encabezamiento.
—¿Quieres decir que lo cita? —preguntó él—. Pero entonces, ¿no lo tiene ya todo el mundo? Cualquiera podría enviar otro mensaje a los dracos y hacer que pareciera oficial.
Los arrugados rasgos de ella cambiaron a la luz fría del monitor mientras hablaba.
—No. Los dracos comprendieron que intentábamos proporcionar un modo de distinguir las respuestas oficiales de las extraoficiales. Obviamente entendieron que no queríamos que todo el mundo que captara su último mensaje supiera cuál era el encabezamiento. Así que los dracos citaron un dígito sí y otro no para dejarnos claro que respondían a la respuesta oficial pero sin revelar los caracteres distintivos de la respuesta oficial.
—Bien, ahí tienes tu respuesta —dijo Don, bastante satisfecho consigo mismo—. La clave para descifrarlo deben ser los otros dígitos del encabezamiento, los que los dracos no repitieron.
Sarah sonrió.
—Fue lo primero que probamos. No funcionó.
—Oh —dijo él—. No era más que una idea. ¿Vas a acostarte?
Ella miró el reloj.
—No, yo… —Hizo una pausa y a Don se le encogió el estómago. Seguramente había estado a punto de decir: «No tengo tiempo para perderlo durmiendo»—. Voy a seguir peleándome con esto un rato más. Me acostaré dentro de poco. Ve tú.
Don llamó al despacho de McGavin cuatro veces más, sin suerte, pero por fin sonó su datacom. El tono de llamada eran las cinco notas de una película olvidada llamada Encuentros en la tercera fase, una de aquellas historias de alienígenas que visitaban la Tierra un poco pasadas de moda. Miró la identificación de llamada. Decía «McGavin, Cody»: no «Robótica McGavin», sino el nombre de su propietario.
—¿Sí? —dijo Don ansiosamente en cuanto abrió su datacom.
—¡Don! —dijo McGavin. Se hallaba en algún lugar ruidoso y estaba gritando—. Lamento haber tardado tanto en llamarlo.
—No importa, señor McGavin. Tengo que hablar con usted de Sarah.
—Sí—dijo McGavin, todavía gritando—. Lo siento, Don. Me han informado de todo. Es horrible. ¿Cómo lo lleva Sarah?
—Físicamente está bien. Pero nos está destrozando a ambos.
El tono de McGavin era el más amable posible, teniendo en cuenta que estaba gritando.
—Lo comprendo.
—Esperaba que pudiera hablar con la gente de Rejuvenex.
—Ya lo he hecho, repetidas veces y extensamente. Me dicen que no hay nada más que pueda hacerse.
—Pero tiene que haberlo. Cierto, Rejuvenex ha intentado todo tipo de cosas, pero estoy seguro de que tiene que haber un modo de hacer que la vuelta atrás funcione para Sarah si usted…
Dejó de hablar, cosa que probablemente era mejor. Había estado a punto de decir «si usted invierte suficiente dinero». Pero McGavin no estaba escuchando. Don oyó que le decía algo a otra persona; por la calidad del sonido, había colocado una mano sobre el micro de su datacom y le hablaba a un empleado. Por fin, McGavin volvió a ponerse.
—Están trabajando en ello, Don, y les he dicho que no reparen en gastos. Pero están completamente atascados.
—Creen que tal vez un medicamento experimental contra el cáncer es el culpable.
—Sí, me lo han dicho. Les he autorizado a que gasten lo que sea necesario para conseguir una muestra, o para sintetizarlo. Pero los investigadores con los que he hablado opinan que el daño es irreversible.
—Tienen que seguir intentándolo. No pueden dejarlo.
—No lo harán, Don. Créame, para ellos es un problema enorme. Influirá en el precio de sus acciones, si se corre la voz, a menos que encuentren una solución.
—Si se entera usted de algo, por favor, hágamelo saber de inmediato.
—Por supuesto —dijo McGavin—. Pero… —«Pero no tenga demasiadas esperanzas, sea realista»; ése era el comentario implícito. McGavin probablemente sólo había leído un resumen del informe que Don había conseguido sacarles a los de Rejuvenex, pero la conclusión era la misma: no había ninguna solución probable en un futuro cercano—. De todas formas —continuó McGavin—, si hay algo que Sarah necesite para el trabajo de descifrado, o si hay algo que usted o ella necesiten para cualquier otra cosa, comuníquenmelo.
—Ella necesita volver atrás.
—Lo siento, Don —dijo McGavin—. Mire, tengo que subir a un avión. Pero nos mantendremos en contacto, ¿de acuerdo?
12
Allá por 2009, los que formaban parte oficialmente del SETI habían montado un grupo de noticias para compartir sus progresos en el proceso de desentrañar las diversas partes de aquel primer radio-mensaje alienígena original. Se rumoreaba que también los astrónomos del Vaticano trabajaban a marchas forzadas para traducir el mensaje, igual que hacía, supuestamente, un equipo del Pentágono. Cientos de miles de aficionados lo estaban intentando.
Además del lenguaje matemático simbólico, partes del mensaje original resultaron ser mapas de bits; un investigador de Calcuta fue el primero en darse cuenta de eso. Alguien de Tokio demostró poco después que muchos de los gráficos eran en realidad fotogramas de películas breves de animación. Un nuevo símbolo en el último fotograma de cada película era supuestamente la palabra que había que usar en adelante para el concepto ilustrado: «crecimiento», «atracción», etcétera.