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Y la suegra, mira tú qué mala suerte, y ahora mi niño, el pobre, histérico y preocupado y sin poder dormir por culpa de semejante resabiada que ni para darle un hijo va a servir al final, como si no le bastara con andar por ahí haciendo de marimacho. ¿Y sabes qué te digo?, que esas cosas no vienen así como así, que algo habrá tenido que tomar o hacer, tú ya me entiendes, para ahora, tan joven, tropezarse con eso. Porque no me dirás que es normal. Y al que le va a tocar aguantarla es a mi Ramoncito, y no es justo, que él no se lo merece ni tiene la culpa. No, esto no debería ser así, cada uno debería aguantarse sus miserias, ya lo decía mi madre.

Pasando por la puerta oye el buenos días chata de siempre y responde, como siempre, con el chata lo será tu madre, cabrón, que me he ganado mi puesto mejor que tú, que aún sigues en la puta entrada y ya hace bastante que me merezco el buenos días agente que le dedicas a otros no tan machos como yo, que serlo o no nunca es cuestión de testículos. Y ahora con retintín: y tú más que nadie deberías saberlo.

Y cuando llega al despacho va pensando qué bien, qué día más bonito, acaba de empezar y ya estoy de mal café, o de mal ColaCao que diría el otro, qué salao. Pues le va a comprar la mermelada quien yo me sé, aquí que cada uno se coma sus lujos y sus miserias, él aún durmiendo, seguro, y yo a punto de empezar la reunión de los lunes con el Culebra sin localizar.

Cómo odio los lunes.

No, nada, jefe, pensaba en alto que, como hoy es lunes, igual nuestro amigo se pasa a por su metadona, no creo que se vaya a perder su primera ración semanal por muy mosca que ande con nosotros. Ya sabe que si deja el tratamiento de desintoxicación se le va a la mierda, con perdón, la condicional, porque, según la sentencia, si no hay desintoxicación no hay rehabilitación. Por eso dudo que falte, y entonces, cuando a media mañana vaya a por su ración, aparecemos por el ambulatorio y zas, Culebra, te pillamos, y ya sabes lo que nos debes, que como no cantes le decimos al juez de qué vas, con la metadona y el jaco a dos bandas, listillo. Y con nosotros no juegues, las deudas son las deudas y tú nos debes un soplo y no hay más que hablar.

Pero si quieres nos acercamos ahora al juzgado de vigilancia penitenciaria y se lo cuentas en primera persona a ese señor que viste toga y que todavía se acordará de ti, mi amor.

Y ya en comisaría el Culebra sudando, soltando incoherencias, y los compañeros, tan duros ellos, discutiendo fuera si darle o no una somanta de tortas a ver cómo hablaría más, y él mirándola por entre el velo de sus ojos y sonriendo con sus dientes picados. Qué mala cara tienes hoy, mari. Qué mala cara. Ya verás, más pronto que tarde acabarás como yo. Vendrá tu abogadito dentro de unos meses a mi guarida los sábados por la noche en su cochazo oscuro a pillar para ti, para toda la semana, y cuando te quieras dar cuenta me lo estarás mandando a por carburante dos, tres veces. Ya verás, te crees la hostia, nena, pero qué ojeras tienes, qué mala cara.

Yo sé lo que necesitas. No me mandes a la mierda, no me mires así. En menos de un año, como yo, porque tú eres atravesada y cuando coges algo lo coges de verdad, y te meterás a lo bestia, lo sé, no podrás seguir sola, sin algo que te alivie… Porque estás sola, en el fondo estás sola. De pronto la vida te cansa. Y pillarás. Al final todo se pone en su sitio, todo sale a la luz por fin, al final cada uno acaba a solas con sus miserias. Terminarás dándole asco a tu niño bien y te dejará, y yo para entonces seguiré tan solo como ahora y te haré un sitio en mi chabola. Es una último modelo. Qué felices vamos a ser, mari. Ya verás.

Nos dejarán al final, querida, pero estaremos juntos los dos.

Y los compañeros que entran en la sala diciendo que ya está decidido y qué vas a hacer, loca, suéltalo, no vale la pena pringarse por un chorizo como éste y cállate Culebra que deliras, cierra la boca o te metemos la aguja por el culo, capullo, y la culpa fue vuestra por dejarme a solas con él. En qué estabais pensando.

Y zanjado el tema, todos a una:

– Habla ahora, Culebra. Habla ahora pero de lo que nos interesa. Si lo acabarás desembuchando igual, no te hagas de rogar.

Y el Culebra mirándola con su sonrisa putrefacta, te lo digo porque me molas cantidad, me pones a cien, preciosa, con tus ojos felinos y tu culito respingón. Pero sólo a ti, micha, y cuando vayáis a coger al cabrón de Vito acuérdate y tírame un beso. Prométemelo. Y al llegar a casa para abrazarte a tu don Señorito piensa en cómo estaba antes de volverme el yonqui de mierda que soy, porque tú me conociste de guay, ¿te acuerdas?, tanto tiempo ya… Tú eras una madera novatilla sin barnizar y yo la hostia en verso. Y piensa en lo que te podía haber hecho cuando era el macarra guapo que fui y no en el mamoncete que guardas en casa, que si no fuera por… Joder, todo por culpa de Vito, por la mierda de mierda de vida que me ha dado, tantos años trabajando para él y ahora el muy hijo de puta de Rey de la Coca, como en las películas, con las sortijas y las niñitas bailando ante él en pelotas, recibiendo cargamentos como los mafiosos que salen en el telediario, con la pasma mirando para otro lado y los banqueros millonarios de colegas en las monterías. Y yo así.

Y mirándola sólo a ella, declarando sólo para ella, con los ojos ahora serios, tristes, vívidos, con esa profunda mirada que se asoma al abismo y la cara macilenta de precadáver y sólo a ti te lo digo, gatita, un regalo de mi parte. Pero luego no me vengas con que se jodió, se quedó en nada, Culebra, qué lástima. Porque yo paso de la metadona y de las pelas y de todo, que si te lo cuento es porque ya me tienen el Vito y su corte de enanos comida la moral, pero que sea para algo, si me juego el cuello y me arriesgo que sea para algo, que luego hay polis pringaos, polis oliendo a bosta y todo se queda en nada y al final aparezco en un descampado con moscas en los ojos y espuma en los labios pudriéndome entre meados.

Y así ni siquiera por ti, gatita…

¿Te acuerdas de cómo era yo antes, eh?

¿A que era guay?

II

Hay una raíz amarga y un mundo de mil terrazas. El café está aguado y el azúcar cristalizado no se disuelve bien, revuelve que revolverás y el camarero que resopla con que pare ya, que se te va a salir, ¿dónde estás esta mañana?, ¿dónde tienes la cabeza?

En el pecho, responde. En el pecho y en un chalet de lujo en los confines del barrio.

No hay quien te entienda, murmura el chaval por lo bajo mientras limpia el mostrador, además de madero, tía: loca de atar por partida doble. Y ella, que te he oído, mucho cuidado, a ver si un día de éstos te enchirono por meterle a los parroquianos ginebra de garrafón, que no hay derecho.

No hay derecho, repite, menuda mierda de día y menuda mierda de vida y menuda mierda de todo. Y encima el café amargo, para acabar de joder. Polis pringados de mierda hasta las orejas… Vaya noticia la gran exclusiva del Culebra. Ahora que, claro, conmigo no. Es lo que se piensa siempre: lo sabría. Sí, lo sabemos todo, lo bueno, lo malo, lo podrido por dentro y, por supuesto, que nuestro compañero nunca será. Sólo porque necesitamos creer que podemos confiar en alguien, que tenemos las espaldas cubiertas.

Pero quién lo iba a pensar, también aquí, tantos años Santi protegiéndonos, vigilando para que no se descarríe ninguno, dóciles ovejitas a sus órdenes, y resulta que tenemos a un lobo feroz entre nosotros y un soplo del copón que se puede malograr porque alguien no es lo que parece. Y ahora vendrán las miradas cruzadas, los cuchicheos, la desconfianza. Como si ya no hubiera suficiente con una mujer entre los muchachotes, entre los sabuesos, entre los polis guays que deducen y resuelven igual que en las novelas, como si no fuera suficiente con el inspector jefe apretando cada vez más, que no me traéis detenidos, que tenemos muy mal porcentaje este trimestre, que al ritmo que vamos nos quedamos atrás y eso no puede ser, en las otras comisarías treinta detenciones cada día y antes prefiero mil veces pillar a media docena de chorizos que a un pez gordo, que a fin de cuentas son más palotes y si eso es lo único que les importa a los políticos para qué nos vamos a comer la moral.