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– ¿Y quieres que yo vaya contigo ahí?

– Tú pareces mucho más joven de tu edad, incluso menor de dieciocho, y eres tan mona…

– ¿Me estás pidiendo que haga de candidata a puta adolescente? Qué fuerte, Clara, qué fuerte. No esperaba eso de ti.

– Escúchame, yo estaría contigo, te acompañaría como una amiga tuya, sólo que yo no parezco tan… juvenil. Nadie me echaría menos de ventipico, y tú eres perfecta, tienes experiencia en acciones policiales y es una oportunidad única de pillar a esos desalmados. Piensa en las pobres chicas a las que explotan, en el bien que les harías al salvarlas.

– En primer lugar, esas tías son unas trepas que saben a lo que van y sólo buscan fama y pasta. Segundo, estoy harta de que siempre me reclutéis para hacer de tonta. Vale que me vistierais de repartidora de pizza para acceder a aquel laboratorio clandestino sin que dieran el agua, vale que me hicierais pasar por histérica que se creía poseída ante aquella curandera sinvergüenza y vale que de vez en cuando me supliquéis que, como tengo voz de pito, finja por teléfono ser una niña de trece años con los pederastas con los que contactáis por Internet. Pero esto ya es demasiado, así que, en tercer lugar, a ver con qué me incentivas para que acepte, porque esta movida se las trae…

– ¿Qué te ha dicho? -pregunta París ansioso.

– A ver -responde Clara sentándose en el borde de su mesa-, ¿tú qué tal te llevas con el novato, con Javier el Bebé?

– ¿Por qué?

– Porque, primero: vas a venderle a Laura Zafrilla hasta que le parezca lo suficientemente apetecible como para querer salir con ella; segundo: tendrás que convencer a tu Reme de que ese donjuán trasnochado es un tío estupendo con el que vale la pena irse a cenar en plan parejitas; y, tercero y más importante: como no me fío un pelo de él y a mi amiga la aprecio mucho, me lo vas a vigilar muy de cerca en el transcurso de la susodicha cena, porque como se la lleve a la cama y al día siguiente le rompa el alma te juro que os parto los morros a los dos.

– ¿Y por qué tengo yo que organizar la cena con ellos? Organízala tú, que para eso eres su amiga -protesta airado.

– Bastante he hecho convenciéndola a ella como para encima tener que aguantar al mamón ese y verlo fardar. Y no te preocupes -añade irónica-, seguro que a Reme le cae fenomenal. Tienen casi la misma edad.

– ¿Te han dicho que a veces eres odiosa? -refunfuña-. Venga, cuéntame, ¿para cuándo tiene que ser la cosa?

– Para muy pronto. Yo que tú empezaba a comerle la oreja a la de ya, y no -le advierte al ver su cara de desgana-, no me digas que te da pereza, más me da a mí llamar ahora a la madame haciéndome la tonta para cancelar la cita.

Y cruza el pasillo que separa sus puestos casi se diría que asqueada. Y cómo no lo voy a estar, esto parece un mercado de la carne, la única que está consiguiendo algo soy yo y como recompensa casi tengo que prostituir a mi amiga, lo que faltaba. Es que no tienen recursos, son unos cenutrios, y ni siquiera se acuerdan de dar las gracias, de felicitarte, de una enhorabuena o una mísera palmadita en la espalda. Me está apeteciendo poner mis análisis sobre la mesa de Bores y pedirme la baja. Qué hago yo aquí, aguantando el tipo por pura responsabilidad cuando los demás leen el Marca y se ríen de mí y de mi empeño. No me valoran, más bien al contrario, están esperando a que tropiece y caiga, a que me dé con un bordillo, a que me sangren las narices por el sopapo de un superior. Cómo puedo seguir así, sabiendo, notando en mi nuca las chanzas de los que fingen ser mis compañeros, el aliento fétido de los muchos que me desprecian, las ganas malsanas de gastarme, de cansarme y desahuciarme para el oficio. Por qué no me voy a mi casa.

Pero en lugar de irse agarra el teléfono con fuerza y no le cuesta nada, por una vez, fingirse la niña desesperada que siempre ha sido, que todavía es, y explicarle a Virtudes o Alejandra, distintos nombres para la misma hija de puta, que está desconsolada porque le ha surgido un imprevisto en la facultad, y eso que había quedado con su amiga y todo, una chica monísima y jovencísima que dice que no le importa aplazarlo un día o dos, qué más da si al fin y al cabo nos vamos a ver igual, ¿a que sí? Pues por supuesto, cielito, bocadito de miel, hermossa, preciosssa, maravillossssa, contesta, como era de esperar, la mala bicha, y lo dejamos para pasado mañana pero por la tarde, a las cinco si no os importa, y me da su dirección, estaremos encantados de veros, muac, muac, muchos besssos, mi alma, mi vida, mi filón.

Pues esto ya está. Asunto resuelto, Zafrilla hace de amiguita menor de edad y yo de una Serena mayor de lo esperado pero más experta, mucho más lanzada, mucho más dispuesta a echar toda la carne en el asador, por qué no si fingiendo otras personalidades todos sentimos la necesidad de sobreactuar, de exagerar un poco y venga, Alejandra, aunque tenga unos años más de lo esperado te compensaré, porque yo puedo con todo, yo no le hago ascos a nada, yo le echo morro y verás tú lo poco que tardo, con las armas de mujer que me gasto, en llegar a lo más alto de la profesión.

Sí, a lo más alto, a lo más alto del trampolín pero para tirarte sin agua, para ir de farol arriesgándote a que te descubran como una impostora, porque eso es lo que eres, y que se vaya todo al carajo. Pues vale, pues qué más da, piensa de inmediato. Para lo que me pagan, para lo que me promocionan, reflexiona mientras enciende su ordenador y espera, reconcomiéndose, renegando de su trabajo, a que salte la señal en su pantalla que advierte que un e-mail ha entrado. Y sí, tengo uno, de Dolores. Qué querrá, ¿no se había tomado hoy libre? Ah, no, lo envió el viernes de madrugada, casi dos horas después de que hubiera hablado conmigo. Esta mujer es una adicta al trabajo.

Nena, se me olvidaba:

Esta tarde, a petición de un tal Valentín Malde, vinieron de una funeraria a formalizar el traslado del cuerpo de tu amigo el yonqui, pero no se lo pudieron llevar porque el juez todavía no lo ha autorizado, aunque seguramente el lunes tendrá a bien permitirlo. Lo que sí les entregué, además de sus efectos personales, es el traje que encontraste en su chabola. Como pensé que igual les parecía raro, he puesto una nota diciendo que lo habías traído tú.

Ya sabes que es obligatorio que en el formulario conste el día y la hora del sepelio: lunes 14, en el cementerio de Tres Cantos, a las 13:00 horas.

Pues eso, que estás avisada. Para cualquier cosa me puedes llamar al móvil.

Y a ver si duermes.

– ¿Adónde vas? -le pregunta París al verla levantarse como un resorte.

– Al entierro del Culebra, acabo de leer un e-mail de Dolores notificándome que será hoy por la mañana.

– Qué buena amiga, te lo cuenta todo -comenta con los ojos entrecerrados, signo inequívoco de su envidia por mis contactos-. ¿De qué os conocéis?, tú nunca habías llevado un homicidio hasta ahora.

– De una asignatura optativa en la facultad, fui alumna suya.

– Por cierto, ¿llegaste a acabar la carrera? -pregunta con fingido desinterés, como quien no quiere la cosa, el muy indeseable.

– Sabes que no. Pero al menos hice amistades.

– Ya veo, porque me han soplado que a tu marido también lo conociste allí.

– Pues lo que me extraña a mí es que tú, estando en Homicidios, nunca hubieras trabajado con Dolores.

– Me agobia el Anatómico, evito ir siempre que puedo. Suelo dejarle ese trámite a los compañeros. Será por eso.

– Sí, eso será -eso, y que eres un cobarde-. ¿Entonces no te vienes?

– Paso. Tengo un montón de cuentas y extractos bancarios que revisar. Esta puta movía más dinero que el Banco de España.

– Entonces me piro sola. Otra cosa, los de la funeraria se hicieron cargo del cuerpo por orden de un tal Valentín Malde, ¿qué tal si lo buscas en los archivos, a ver si tenemos algo de él?