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MARÍA.-En medio de todo tengo vergüenza.

YERMA. ¿Qué ha dicho tu marido?

MARÍA.-Nada.

YERMA. ¿Te quiere mucho?

MARÍA.-No me lo dice, pero se pone junto a mí y sus ojos tiemblan como dos hojas verdes.

YERMA. ¿Sabía él que tú…?

MARÍA.-Sí.

YERMA. ¿Y por qué lo sabía?

MARÍA.-No sé. Pero la noche que nos casamos me lo decía constantemente con su boca puesta en mi mejilla, tanto que a mí me parece que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja.

YERMA.-¡Dichosa!

MARÍA.-Pero tú estás más enterada de esto que yo.

YERMA. ¿De qué me sirve?

MARÍA.-¡Es verdad! ¿Por qué será eso? De todas las novias de tu tiempo tú eres la única…

YERMA.-Es así. Claro que todavía es tiempo. Elena tardó tres años y otras antiguas del tiempo de mi madre mucho más, pero dos años y veinte días, como yo, es demasiada espera. Pienso que no es justo que yo me consuma así. Muchas noches salgo descalza al patio para pisar la tierra, no sé por qué. Si sigo así, acabaré volviéndome mala.

MARÍA.-Pero ven acá, criatura; hablas como si fueras una vieja. ¡Qué digo! Nadie puede quejarse de estas cosas. Una hermana de mi madre lo tuvo a los catorce años, ¡y si vieras qué hermosura de niño!

YERMA.-(Con ansiedad.) ¿Qué hacía?

MARÍA.-Lloraba como un torito, con la fuerza de mil cigarras cantando a la vez y nos orinaba y nos tiraba de las trenzas, y cuando tuvo cuatro meses nos llenaba la cara de arañazos.

YERMA.-(Riendo.) Pero esas cosas no duelen.

MARÍA.-Te diré…

YERMA.-¡Bah! Yo he visto a mi hermana dar de mamar a su niño con el pecho lleno de grietas y le producía un gran dolor, pero era un dolor fresco, bueno, necesario para la salud.

MARÍA.-Dicen que con los hijos se sufre mucho.

YERMA.-Mentira. Eso ló dicen las madres débiles, las quejumbrosas. ¿Para qué los tienen? Tener un hijo no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos crecer. Yo pienso que se nos va la mitad de nuestra sangre. Pero esto es bueno, sano, hermoso. Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos y cuando no los tiene se le vuelve veneno, como me va a pasar a mí.

MARÍA.-No sé lo que tengo.

YERMA.-Siempre oí decir que las primerizas tienen susto.

MARÍA. - (Tímida.) Veremos… Como tú coses tan bien…

YERMA.-(Cogiendo el lio.) Trae. Te cortaré dos trajecitos. ¿Y esto?

MARÍA.-Son los pañales.

YERMA.-Bien. (Se sienta.)

MARÍA.-Entonces… Hasta luego. (Se acerca y YERMA le coge amorosamente el vientre con las manos.)

YERMA.-No corras por las piedras de la calle.

MARÍA.-Adiós. (La besa y sale.)

YERMA.-Vuelve pronto. (YERMA queda en la misma actitud que al princípio. Coge las tijeras y empieza a cortar. Sale VÍCTOR,) Adiós, Víctor.

VÍCTOR.-(Es profundo y lleva firme gravedad.) ¿Y Juan?

YERMA.-En el campo.

VÍCTOR.-¿Qué coses?

YERMA.-Corto unos pañales.

VÍCTOR.-(Sonriente.) ¡Vamos!

YERMA.-(Ríe.) Los voy a rodear de encajes.

VÍCTOR.-Si es niña le pondrás tu nombre.

YERMA.-(Temblando.) ¿Cómo?…

VÍCTOR.-Me alegro por ti.

YERMA.- (Casi ahogada.) No…,no son para mí. Son para el hijo de María.

VÍCTOR.-Bueno, pues a ver si con el ejemplo té animas. En esta casa hace falta un niño.

YERMA.- (Con angustia.) ¡Hace falta!

VÍCTOR.-Pues adelante. Dile a tu marido que piense menos en el trabajo. Quiere juntar dinero y lo juntará, pero ¿a quién lo va a dejar cuando se muera? Yo me voy con las ovejas. Dile a Juan que recoja las dos que me compró, y en cuanto a lo otro, ¡que ahonde! (Se va sonriente.)

YERMA.-(Con pasión.)

¡Eso! iQue ahonde!

Te diré, niño mío, que sí,

tronchada y rota soy para ti.

¡Cómo me duele esta cintura,

donde tendrás primera cuna!

¿Cuándo, mi niño, vas a venir?

¡Cuando to carne huela a jazmín!

(YERMA, que en actitud pensativa se levanta y acude al sitio donde ha estado VÍCTOR y respira fuertemente, como si aspirara aire de montaña, después va al otro lado de la habitación como buscando algo y de allí vuelve a sentarse y coge otra vez la costura. Comienza a coser y queda con los ojos fijos en un punto.)

Telón

CUADRO SEGUNDO

(Campo. Sale YERMA, Trae una cesta. Sale la VIEJA 1ª)

YERMA.-Buenos días.

VIEJA 1ª-Buenos los tenga la hermosa muchacha. ¿Dónde vas?

YERMA.-Vengo de llevar la comida a mi esposo, que trabaja en los olivos.

VIEJA 1ª-¿Llevas mucho tiempo de casada?

YERMA.-Tres años.

VIEJA 1ª-¿Tienes hijos?

YERMA.-No.

VIEJA 1ª-¡Bah! ¡Ya tendrás!

YERMA.-(Con ansias.) ¿Usted to creel

VIEJA 1ª-¿Por qué no? (Se sienta.) También yo vengo de traer la comida a mi esposo Es viejo. Todavía trabaja. Tengo nueve hijos como nueve soles, pero como ninguno es hembra, aquí me tienes a mí de un lado para otro.

YERMA.-Usted vive al otro lado del río.

VIEJA 1ª-Sí. En los molinos. ¿De qué familia eres tú?

YERMA.-Yo soy hija de Enrique el pastor.

VIEJA 1ª-¡Ah! Enrique el Pastor. Lo conocí. Buena gente. Levantarse. Sudar, comer unos panes y morirse. Ni más juego, ni más nada. Las ferias para otros. Criaturas de silencio. Pude haberme casado con un tío tuyo. Pero ¡ca! Yo he sido una mujer de faldas en el aire, he ido flechada a la tajada de melón, a la fiesta, a la torta de azúcar. Muchas veces me he asomado de madrugada a la puerta creyendo oír música de bandurrias que iba, que venía, pero era el aire. (Ríe.) Te vas a reír de mí. He tenido dos maridos, catorce hijos, cinco murieron y, sin embargo, no estoy triste, y quisiera vivir mucho más. Es lªo que digo yo. Las higueras, ¡cuánto duran! Las casas, ¡cuánto duran!, y sólo nosotras, las endemoniadas mujeres, nos hacemos polvo por cualquier cosa.

YERMA.-Yo quisiera hacerle una pregunta.

VIEJA 1ª-¿A ver? (La mira.) Ya sé lo que me vas a decir. De estas cosas no se puede decir palabra. (Se levanta.)

YERMA.-(Deteniéndola.) ¿Por qué no? Me ha dado confianza el oírla hablar. Hace tiempo estoy deseando tener conversación con mujer vieja. Porque yo quiero enterarme. Sí. Usted me dirá…

V1EJA 1ª-¿Qué?

YERMA.-(Bajando la voz.) Lo que usted sabe. ¿Por qué estoy yo seca? ¿Me he de quedar en plena vida para cuidar aves o poner cortinitas planchadas en mi ventanillo? No. Usted me ha de decir lo que tengo que hacer, que yo haré lo que sea, aunque me mande clavarme agujas en el sitio más débil de mis ojos.

VIEJA 1ª-¿Yo? Yo no sé nada. Yo me he puesto boca arriba y he comenzado a cantar. Los hijos llegan como el agua. ¡Ay! ¿Quién puede decir que este cuerpo que tienes no es hermoso? Pisas, y al fondo de la calle relincha el caballo. ¡Ay! Déjame, muchacha, no me hagas hablar. Pienso muchas ideas que no quiero decir.

YERMA. ¿Por qué? ¡Con mi marido no hablo de otra cosa!

VIEJA 1ª-Oye. ¿A ti te gusta tu marido?

YERMA.-(Cómo?

VIEJA 1ª-Que si lo quieres. Si deseas estar con él…

YERMA.-No sé.

VIEJA 1ª-¿No tiemblas cuando se acerca a ti? ¿No te da así como un sueño cuando acerca sus labios? Dime.

YERMA. – No. No lo he sentido nunca.

V1EJA 1ª- ¿Nunca? ¿Ni cuando has bailado?