YERMA.- (Recordando.) Quizá… Una vez… Víctor…
VIEJA lª-Sigue.
YERMA.-Me cogió de la cintura y no pude decirle nada porque no podia hablar. Otra vez el mismo Victor, teniendo yo catorce años (él era un zagalón), me cogió en sus brazos para saltar una acequia y me entró un temblor que me sonaron los dientes. Pero es que yo he sido vergonzosa.
VIEJA 1ª-Y con tu marido…
YERMA.-Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté. Con alegría. Esta es la pura verdad. Pues el primer día que me puse de novia con él ya pensé… en los hijos… Y me miraba en sus ojos. Sí, pero era para verme muy chica, muy manejable, como si yo misma fuera hija mía.
VIEJA 1ª-Todo lo contrario que yo. Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así come el mundo.
YERMA.-El tuyo, que el mío no. Yo pienso muchas cosas, muchas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme.
VIEJA 1ª-¡Y resulta que estás vacía!
YERMA.-No, vacía no, porque me estoy llenando de odio. Dime: ¿tengo yo la culpa? ¿Es preciso buscar en el hombre al hombre nada más? Entonces, ¿qué vas a pensar cuando te deja en la cama con los ojos tristes mirando al techo y da media vuelta y se duerme? ¿He de quedarme pensando en él o en lo que puede salir relumbrando de mi pecho? Yo no sé, ¡pero dímelo tú, por caridad! (Se arrodilla.)
VIEJA 1ª-¡Ay, qué flor abierta! Qué criatura tan hermosa eres. Déjame. No me hagas hablar más. No quiero hablarte más. Son asuntos de honra y yo no quemo la honra de nadie. Tú sabrás. De todos modos debías ser menos inocente.
YERMA. - (Triste.) Las muchachas que se crían en el campo como yo, tienen cerradas todas las puertas. Todo se vuelve medias palabras, gestos, porque todas estas cosas dicen que no se pueden saber. Y tú también, tú también lo callas y lo vas con aire de doctora, sabiéndolo todo, pero negándolo a la que se muere de sed.
VIEJA 1ª-A otra mujer serena yo le hablaría. A ti no. Soy vieja, y sé lo que digo.
YERMA.-Entonces, que Dios me ampare.
VIEJA 1ª-Dios, no. A mí no me ha gustado nunca Dios. ¿Cuándo os vais a dar cuenta de que no existe? Son los hombres los que te tienen que amparar.
YERMA.-Pero ¿por qué me dices eso, por qué?
VIEJA 1ª-(Yéndose.) Aunque debía haber Dios, aunque fuera pequeñito, para que mandara rayos contra los hombres de simiente podrida que encharcan la alegría de los campos.
YERMA.-No sé lo que me quieres decir.
VIEJA 1ª-Bueno, yo me entiendo. No pases tristeza. Espera en firme. Eres muy joven todavía. ¿Qué quieres que hags yo? (Se va. Aparecen dos MUCHACHAS.)
MUCHACHA lª – Por todás partes nos vamos encontrando gente.
YERMA.-Con las faenas, los hombres están en los olivos, hay que traerles de comer. No quedan en las casas más que los ancianos.
MUCHACHA 2ª-¿Tú regresas al pueblo?
YERMA.-Hacia allá voy.
MJCHACHA 1ª-Yo llevo mucha prisa. Me dejé al niño dormido y no hay nadie en casa.
YERMA.-Pues aligera, mujer. Los niños no se pueden dejar solos. ¿Hay cerdos en tu casa?
MUCHACHA 1ª-No. Pero tienes razón. Voy de prisa.
YERMA.-Anda. Así pasan las cosas. Seguramente lo has dejado encerrado.
MUCHACHA 1ª-Es natural.
YERMA.-Sí, pero es que no os dais cuenta lo que es un niño pequeño. La causa que nos parece más inofensiva puede acabar con él. Una agujita, un sorbo de agua.
MUCHACHA 1ª-Tienes razón. Voy corriendo. Es que no me doy bien cuenta de las cosas.
YERMA: Anda.
MUCHACHA 2ª-Si tuvieras cuatro o cinco no hablarías así.
YERMA. ¿Por qué? Aunque tuviera cuarenta.
MUCHACHA 2ª- De todos modos, tú y yo, con no tenerlos, vivimos más tranquilas.
YERMA.-Yo, no.
MUCHACHA 2ª-Yo, sí ¿Qué afán! En cambio, mi madre no hace más que darme yerbajos pare que los tenga, y en octubre iremos al Santo que dicen que los da a la que lo pide con ansia. Mi madre pedirá. Yo, no.
YERMA. ¿Por qué te has casado?
MUCHACHA 2ª-Porque me han casado. Se casan todas. Si seguimos así no va a haber solteras más que las niñas. Bueno, y además…, una se casa en realidad mucho antes de ir a la iglesia. Pero las viejas se empeñan en todas estas cosas. Yo tengo diecinueve años y no me gusta guisar, ni lavar. Bueno, pues todo el día he de ester haciendo lo que no me gusta. ¿Y pare qué? ¿Qué necesidad tiene mi marido de ser
mi marido? Porque lo mismo hacíamos de novios que ahora. Tonterías de los viejos.
YERMA.-Calla, no digas esas cosas.
MUCHACHA 2ª-También tú me dirás loca, ¡la loca, la local (Ríe.) Yo te puedo decir lo único que he aprendido en la vida: toda la gente está metida dentro de sus casas haciendo lo que no les gusta. Cuánto mejor se está en medio de la calle. Ya voy al arroyo, ya subo a tocar las campanas, ya me tomo un refresco de anís.
YERMA.-Eres una niña.
MUCHACHA 2ª-Claro, pero no estoy loca. (Ríe.)
YERMA.-¿Tu madre vive en la parte más alta del pueblo?
MUCHACHA 2ª-Sí.
YERMA. ¿En la última casa?
MUCHACHA 2ª-Sí.
YERMA. ¿Cómo se llama?
MUCHACHA 2ª-Dolores. ¿Por qué preguntas?
YERMA.-Por nada.
MUCHACHA 2ª-¿Por algo preguntarás?
YERMA.-No sé…, es un decir…
MUCHACHA 2ª-Allá tú… Mira, me voy a dar la comida a mi marido. (Ríe.) Es lo que hay que ver. Qué lástima no poder decir mi novio, ¿verdad? (Ríe.) ¡Ya se va la loca! (Se va riendo alegremente.) ¡Adiós!
VOZ de VÍCTOR.-(Cantando.)
¿Por qué duermes solo, pastor?
¿Por qué duermes solo, pastor?
En mi colcha de lana
dormirías mejor.
¿Por qué duermes solo, pastor?
YERMA.-(Escuchando.)
¿Por qué duermes solo, pastor?
En mi colcha de lana
dormirías mejor.
Tu colcha de oscura piedra,
pastor,
y tu camisa de escarcha,
pastor,
juncos grises del invierno
en la noche de tu cama.
Los robles ponen agujas,
pastor,
debajo de tu almohada pastor,
y si oyes voz de mujer
es la rota voz del agua.
Pastor, pastor.
¿Qué quiere el monte de ti?
pastor.
Monte de hierbas amargas,
¿qué niño te está matando?
¡La espina de la retama!
(Va a salir y se tropieza con VÍCTOR que entra.)
VÍCTOR -(Alegre.) ¿Dónde va lo hermoso?
YERMA. ¿Cantabas tú?
VÍCTOR -Yo.
YERMA.-¡Qué bien! Nunca te había sentido.
VÍCTOR.-¿No?
YERMA.-Y qué voz tan pujante. Parece un chorro de agua que te llena toda la boca.
VÍCTOR.-Soy alegre.
YERMA.-Es verdad.
VÍCTOR.-Como tú triste.
YERMA.-No soy triste, es que tengo motivos para estarlo.
VÍCTOR.-Y tu marido más triste que tú.
YERMA.-El, sí. Tiene un carácter seco.
VÍCTOR.-Siempre fue igual. (Pausa. YERMA está sentada.) ¿Viniste a traer la comida?
YERMA. – Sí., (Lo mira. Pausa.) ¿Qué tienes aquí? (Señala la cara.)
VÍCTOR. ¿Dónde?
YERMA.-(Se levanta y se acerca a VÍCTOR.) Aquí…, en la mejilla; como úna quemadura.
VÍCTOR.-No es nada.
YERMA.-Me ha parecido. (Pausa.)
VÍCTOR.-Debe ser el sol…