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LAVANDERA 2ª-

Por el monte ya llega

mi marido a comer.

Él me trae una rosa

y yo le doy tres.

LAVANDERA 5ª-

Por el llano ya vino

mi marido a cenar.

Las brisas que me entrega

cubro con arrayán.

LAVANDERA 4ª-

Por el aire ya viene

mi marido a dormir.

Yo, alhelíes rojos

y él, rojo alhelí.

LAVANDERA 1ª-

Hay que juntar flor con flor

cuando el verano seca la sangre al segador.

LAVANDERA 4ª-

Y abrir el vientre a pájaros sin sueño

cuando a la puerta llama temblando el invierno.

LAVANDERA 1ª-

Hay que gemir en la sábana.

LAVANDERA 4ª-

¡Y hay que cantar!

LAVANDERA 5ª-

Cuando el hombre nos trae

la corona y el pan.

LAVANDERA 4ª-

Porque los brazos se enlazan.

LAVANDERA 2ª-

Porque la luz se nos quiebra en la garganta.

LAVANDERA 4ª-

Porque se endulza el tallo de las ramas.

LAVANDERA 1ª-

Y las tiendas del viento cubren a las montañas.

LAVANDERA 6ª-(Apareciendo en lo alto del torrente.)

Para que un niño funda

yertos vidrios del alba.

LAVANDERA 1ª-

Y nuestro cuerpo tiene

ramas furiosas de coral.

LAVANDERA 6ª-

Para que haya remeros

en las aguas del mar.

LAVANDERA 1ª

Un niño pequeño, un niño.

LAVANDERA 2ª-

Y las palomas abren las alas y el pico.

LAVANDERA 3ª-

Un niño que gime, un hijo.

LAVANDERA 4ª-

Y los hombres avanzan

como çiervos heridos.

LAVANDERA 5ª-

¡Alegría, alegría, alegría,

del vientre redondo, bajo la camisa!

LAVANDERA 2ª-

¡Alegría, alegría, alegría,

ombligo, cáliz tierno de maravilla!

LAVANDERA 1ª-

¡Pero, ay de la casada seca!

¡Ay de la que tiene los pechos de arena!

LAVANDERA 3ª-

¡Que relumbre!

LAVANDERA 2ª-

¡Que coma!

LAVANDERA 5ª-

¡Que vuelva a relumbrar!

LAVANDERA 1ª-

¡Que cante!

LAVANDERA 2ª-

¡Que se esconda!

LAVANDERA 1ª-

Y que vuelva a cantar.

LAVANDERA 6ª-

La aurora que mi niño

lleva en el delantal.

LAVANDERA 2ª- (Cantan todas a coro.)

En el arroyo frío

lavo tu cinta.

Como un jazmín caliente

tienes la risa.

¡Ja, ja, ja!

(Mueven los paños con ritmo y los golpean.)

Telón

CUADRO SEGUNDO

(Casa de YERMA. Atardece. JUAN está sentado. Las dos CUÑADAS de pie.)

JUAN.-¿Dices que salió hace poco? (La hermana mayor contesta con la cabeza.) Debe de estar en la fuente. Pero ya sabéis que no me gusta que salga sola. (Pause.) Puedes poner la mesa. (Sale la hermana menor.) Bien ganado tengo el pan que como. (A su hermana.) Ayer pasé un día duro. Estuve podando los manzanos y a la caída de la tarde me puse a pensar pare qué pondría yo tanta ilusión en la faena si no puedo llevarme una manzana a la boca. Estoy harto. (Se pass la mano por la cara. Pausa.) Esa no viene… Una de vosotras debía salir con ella, porque para eso estáis aquí comiendo en mi mantel y bebiendo mi vino. Mi vida está en el campo, pero mi honra está aquí. Y mi honra es también la vuestra. (La hermana incline la cabeza.) No lo tomes a mal.

(Entra YERMA con dos cántaros. Queda parada en la puerta.)

¿Vienes de la fuente?

YERMA.-Para tener agua fresca en la comida. (Sale la otra hermana.) ¿Cómo están las tierras?

JUAN.-Ayer estuve podando los árboles. (YERMA deja los cántaros. Pausa.)

YERMA.-¿Te quedarás?

JUAN.-He de cuidar el ganado. Tú aabes que esto es cosa del dueño.

YERMA.-Lo sé muy bien. No lo repitas.

JUAN.-Cada hombre tiene su vida.

YERMA.-Y cada mujer la suya. No te pido yo que te quedes. Aquí tengo todo lo que necesito. Tus hermanas me guardan bien. Pan tierno y requesón y cordero asado como yo aquí, y pasto lleno de rocío tus ganados en el monte. Creo que puedes vivir en paz.

JUAN.-Para vivir en paz se necesita estar tranquilo.

YERMA. ¿Y tú no estás?

JUAN.-No lo estoy.

YERMA.-Desvía la intención.

JUAN.- ¿Es que no conoces mi modo de ser? Las ovejas en el redil y las mujeres en su casa. Tú sales demasiado. ¿No me has oído decir esto siempre?

YERMA.-Justo. Las mujeres dentro de sus casas. Cuando las casas no son tumbas. Cuando las sillas se rompen y las sábanas de hilo se gastan con el uso. Pero aquí no. Cada noche, cuando me acuesto, encuentro mi cama más nueva, más reluciente, como si estuviera recién traída de la ciudad.

JUAN.-Tú misma reconoces que llevo razón al quejarme. ¡Que tengo motivos para estar alerta!

YERMA.-Alerta ¿de qué? En nada te ofendo. Vivo sumisa a ti, y lo que sufro lo guardo pegado a mis carnes. Y cada día que pase será peor. Vamos a callarnos. Yo sabré llevar mi cruz como mejor pueda, pero no me preguntes nada. Si pudiera de pronto volverme vieja y tuviera la boca como una flor machacada, te podría sonreír y conllevar la vida contigo. Ahora, ahora déjame con mis clavos.

JUAN.-Hablas de una manera que yo no to entiendo. No te privo de nada. Mando a los pueblos vecinos por las cosas que te gustan. Yo tengo mis defectos, pero quiero tener paz y sosiego contigo. Quiero dormir fuera y pensar que tú duermes también.

YERMA.-Pero yo no duermo, yo no puedo dormir.

JUAN.-¿Es que te falta algo? Dime. ¡Contesta!

YERMA.- (Con intención y mirando fijamente al marido.) Sí, me falta. (Pausa.)

JUAN.-Siempre lo mismo. Hace ya más de cinco años. Yo casi lo estoy olvidando.

YERMA.-Pero yo no soy tú. Los hombres tienen otra vida, los ganados, los árboles, las conversaciones; las mujeres no tenemos más que ésta de la cría y el cuidado de la cría.

JUAN.-Todo el mundo no es igual. ¿Por qué no te traes un hijo de tu hermano? Yo no me opongo.

YERMA.-No quiero cuidar hijos de otros. Me figuro que se me van a helar los brazos de tenerlos.

JUAN.-Con ese achaque vives alocada, sin pensar en lo que debías, y te empeñas en meter la cabeza por una roca.

YERMA.-Roca que es una infamia que sea roca, porque debía ser un canasto de flores y agua dulce.

JUAN.-Estando a tu lado no se siente más que inquietud, desasosiego. En úitimo caso, debes resignarte.

YERMA.-Yo he venido a estas cuatro paredes para no resignarme. Cuando tenga la cabeza atada con un pañuelo para que no se me abra la boca, y las manos bien amarradas dentro del ataúd, en esa hora me habré resignado.

JUAN.-Entonces, ¿qué quieres hacer?

YERMA.-Quiero beber agua y no hay vaso ni agua, quiero subir al monte y no tengo pies, quiero bordar mis enaguas y no encuentro los hilos.