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VÍCTOR.-Así es. (Aparece la HER MANA SEGUNDA y se dirige lentamente hacia la puerta, donde queda fija, iluminada por la última luz de la tarde.)

YERMA.-Pero que si salieran de pronto y gritaran, llenarían el mundo.

VÍTOR.-No se adelantaría nada. La acequia por su sitio, el rebaño en el redil, la luna en el cielo y el hombre con su arado.

YERMA. – ¡Qué pena más grande no poder sentir las enseñanzas de los viejos! ¡Se oye el sonido largo y melancólico de las caracolas de los pastores.)

VÍCTOR.-Los rebaños.

JUAN.-(Sale.) ¿Vas ya de camino?

VÍCTOR. Y quiero pasar el puerto antes del amanecer.

JUAN. ¿Llevas alguna queja de mí?

VÍCTOR.-No. Fuiste buen pagador.

JUAN.-(A YERMA.) Le compré los rebaños.

YERMA.-¿Sí?

VÍCTOR.-(A YERMA.) Tuyos son.

YERMA.-No lo sabía.

JUAN.-(Safisfecho.) Así es.

VÍCTOR.-Tu marido ha de ver su hacienda colmada.

YERMA.-El fruto viene a las manos del trabajador que lo busca. (La hermana que está en la puerta entra dentro.)

JUAN.-Ya no tenemos sitio donde meter tantas ovejas.

YERMA.- (Sombría.) La tierra es grande. (Pausa.)

JUAN.-Iremos juntos hasta el arroyo.

VíCTOR.-Deseo la mayor felicidad para esta casa. (Le da la mono a YERMA.)

YERMA. – ¡Dios lo oiga! ¡Salud!

(VÍCTOR le da salida y, a un movimiento imperceptible de YERMA, se vuelve.)

VICTOR. ¿Decías algo?

YERMA.-(Dramática.) Salud, dije.

VÍCTOR. – Gracias. (Salen. YERMA queda angustiada mirándose la mano que ha dado a VÍCTOR. YERMA se dirige rápidamente hacia la izquierda y toma un mantón.)

MUCHACHA 2ª-Vamos. (En silencio, tapándole la cabeza.)

YERMA. – Vamos. (Salen sigilosamente.)

(La escena está casi a oscuras. Sale la HERMANA PRIMERA con un velón que no debe dar al teatro luz ninguna sino la natural que lleva. Se dirige al fin de la escena, buscando a YERMA. Suenan las caracolas de los rebaños.)

CUÑADA lª-(En voz baja.) ¡Yerma!

(Sale la HERMANA SEGUNDA. Se miran las dos y se dirigen hacia la puerta.)

CUÑADA 2ª-(Más alto.) ¡Yerma!

CUÑADA 1ª- (Dirigiéndose a la puerta y con una imperiosa voz.) ¡Yerma!

(Se oyen las caracolas y los cuernos de los pastores. La escena está oscurísima.)

Telón

ACTO TERCERO

CUADRO PRIMERO

(Casa de la DOLORES la conjuradora. Está amaneciendo. Entra YERMA

Con DOLORES y dos VIEJAS.)

DOLORES.-Has estado valiente.

VIEJA 1ª-No hay en el mundo fuerza como la del deseo.

VIEJA 2ª-Pero el cementerio estaba demasiado oscuro.

DOLORES.-Muchas veces yo he hecho estas oraciones en el cementerio con mujeres que ansiaban críos y todas han pasado miedo. Todas menos tú.

YERMA.-Yo he venido por el resultado. Creo que no eres mujer engañadora.

DOLORES.-No soy. Que mi lengua se llene de hormigas, como está la boca de los muertos, si alguna vez he mentido. La última vez hice la oración con una mujer mendicante que estaba seca más tiempo que tú, y se le endulzó el vientre de manera tan hermosa que tuvo dos criaturas ahí abajo en el río, porque no le daba tiempo de llegar a las casas, y ella misma las trajo en un pañal para que yo las arreglase.

YERMA. ¿Y pudo venir andando desde el río?

DOLORES.-Vino. Con los zapatos y las enaguas empapados de sangre… pero con la cara reluciente.

YERMA. ¿Y no le pasó nada?

DOLORES. – ¿Qué le iba a pasar? Dios es Dios.

YERMA.- Naturalmente. Dios es Dios. No le podia pasar nada. Sino agarrar las criaturas y lavarlas con agua viva. Los animales los lamen, ¿verdad? A mí no me da asco de mi hijo. Yo tengo la idea de que las recién paridas están como iluminadas por dentro y los niños se duermen horas y horas sobre ellas, oyendo ese arroyo de leche tibia que les va llenando los pechos pare que ellos mamen, para que ellos jueguen hasta que no quieran más, hasta que retiren la cabeza: "otro poquito más, niño…" y se les llene la cara y el pecho de gotas blancas.

DOLORES.-Ahora tendrás un hijo. Te lo puedo asegurar.

YERMA.-Lo tendré porque lo tengo que tener. O no entiendo el mundo. A veces, cuando ya estoy segura de que jamás, jamás…, me sube como una oleada de fuego por los pies y se me quedan vacías todas las cosas, y los hombres que andan por la calle y los toros y las piedras me parecen como cosas de algodón. Y me pregunto: ¿para qué estarán ahí puestos?

VIEJA lª-Está bien que una casada quiera hijos, pero si no los tine, ¿por qué esa ansia de ellos? Lo importante de este mundo es dejarse llevar por los años. No te critico. Ya has visto cómo he ayudado a los rezos. Pero, ¿qué vega esperas dar a tu hijo ni qué felicidad, ni qué silla de plata?

YERMA.-Yo no pienso en el mañana, pienso en el hoy. Tú estás vieja y lo ves ya todo como un libro leído. Yo pienso que tengo sed y no tengo libertad. Yo quiero tener a mi hijo en los brazos para dormir tranquila, y óyelo bien y no te espantes de lo que digo: aunque yo supiera que mi hijo me iba a martirizar después y me iba a odiar y me iba a llevar de los cabellos por las calles, recibiría con gozo su nacimiento, porque es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala, que llorar por este fantasma sentado año tras año encima de mi corazón.

VIEJA 1ª-Eres demasiado joven para oír conseio. Pero mientras esperas la gracia de Dios debes ampararte en el amor de tu marido.

YERMA.-¡Ay! Has puesto el dedo en la llaga más honda que tienen mis carnes.

DOLORES.-Tu marido es bueno.

YERMA. – (Se levanta.) ¡Es bueno! ¡Es bueno! ¿Y qué? Ojalá fuera malo. Pero no. El va con sus ovejas por sus caminos y cuenta el dinero por las noches. Cuando me cubre cumple con su deber, pero yo le noto la cintura fría como si tuviera el cuerpo muerto y yo, que siempre he tenido asco de las mujeres calientes, quisiera ser en aquel instante como una montaña de fuego.

DOLORES.-iYerma!

YERMA.-No soy una casada indecente; pero yo sé que los hijos nacen del hombre y de la mujer. ¡Ay, si los pudiera tener yo sola!

DOLORES. – Piensa que tu marido también sufre.

YERMA.-No sufre. Lo que pasa es que él no ansía hijos.

VIEJA 1ª-¡No digas eso!

YERMA.-Se lo conozco en la mirada, y como no los ansía no me los da. No lo quiero, no lo quiero y, sin embargo, es mi única salvación. Por honra y por casta. Mi única salvación.

VIEJA 1ª- (Con miedo.) Pronto empezará a amanecer. Debes ir a tu casa.

DOLORES.-Antes de nada saldrán los rebaños y no conviene que te vean sola.

YERMA.-Necesitaba este desahogo. ¿Cuántas veces repito las oraciones?

DOLORES.-La oración del laurel dos veces, y al mediodía la oración de Santa Ana. Cuando te sientas encinta me trees la fanega de trigo que me has prometido.

VIEJA 1ª-Por encima de los montes ya empieza a clarear. Vete.

DOLORES.-Como en seguida empezarán a abrir los portones, te vas dando un rodeo porla acequia.

YERMA.-(Con desaliento.) ¡No sé por qué he venido!

DOLORES. ¿Te arrepientes?

YERMA.- ¡No!

DOLORES. – (Turbada.) Si tienes miedo te acompañaré hasta la esquina.