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Alrededor de sus hojas

arroyos de leche tibia

juegan y mojan la cara

de las estrellas tranquilas.

Señor, abre tu rosal

sobre mi carne marchita.

(Se levantan.)

MUJER 2ª-

Señor, calma con tu mano

las ascuas de su mejilla.

YERMA.-

Escucha a la penitente

de tu santa romería.

Abre tu rosa en mi carne

aunque tenga mil espinas.

CORO.-

.Señor, que florezca la rosa,

no me la dejéis en sombra.

YERMA.-

Sobre mi carne marchita

la rosa de maravilla.

(Entran.)

(Salen muchachas corriendo, con largas cintas en las manos, por la izquierda. Por la derecha, otras tres mirando hacia atrás. Hay en la escena como un crescendo de voces y de ruidos de cascabeles y colleras de campanilleros. En un plano superior aparecen las siete muchachas que agitan las cintas hacia la izguierda. Crece el ruido y entran dos máscaras populares. Una como macho y otra como hembra. Llevan grandes caretas. El macho empuña un cuerno de toro en la mano. No son grotescas de ningún modo, sino de gran belleza y con un sentido de pura tierra. La hembra agita un collar de grandes cascabeles. El fondo se Ilena de gente que grita y comenta la danza. Está muy anochecido.)

NIÑOS.-¡El demonio y su mujer! ¡El demonio y su mujer!

HEMBRA.-

En el río de la sierra

la esposa triste se bañaba.

Por el cuerpo le subían

los caracoles del agua.

La arena de las orillas

y el afire de la mañana

le daban fuego a su risa

y temblor a sus espaldas.

¡Ay, qué desnuda estaba

la doncella en el agua!

NIÑO.-

¡Ay, cómo se quejaba!

HOMBRE 1°.-

¡Ay, marchita de amores

con el viento y el agua!

HOMBRE 2°-

¡Que diga a quién espera!

HOMBRE 1°.-

iQue diga a quién aguarda!

HOMBRE 2°-

¡Ay, con el vientre seco

y la color quebrada!

HEMBRA.-

Cuando llegue la noche lo diré,

cuando llegue la noche clara.

Cuando llegue la noche de la romería

rasgaré los volantes de mi enagua.

NIÑO.-

Y en seguida vino la noche.

¡Ay, que la noche llegaba!

Mirad qué oscuro se pone

el chorro de la montaña.

(Empiezan a sonar unas guitarras.)

MACHO.-(Se levanta y agita el cuerno.)

¡Ay, qué blanca

la triste casada!

¡Ay, cómo se queja entre las ramas!

Amapola y clavel será luego

cuando el macho despliegue su capa.

(Se acerca.)

Si tú vienes a la romería

a pedir que to vientre se abra,

no te pongas un velo de luto

sino dulce camisa de holanda.

Vete sola detrás de los muros

donde están las higueras cerradas

y soporta mi cuerpo de tierra

hasta el blanco gemido del alba.

¡Ay, cómo relumbra!

¡Ay, cómo relumbra,

ay, cómo se cimbrea la casada!

H EMBRA.-

Ay, que el amor le pone

coronas y guirnaldas,

y dardos de oro vivo

en su pecho se clavan.

MACHO.-

Siete veces gemía,

nueve se levantaba,

quince veces juntaron

jazmines con naranjas.

HOMBRE 3°-

¡Dale ya con el cuerno!

HOMBRE 2°.-

¡Con la rosa y la danza!

HOMBRE 1°-

¡Ay, cómo se cimbrea la casada!

MACHO.-

En esta romería

el varón siempre manda.

Los maridos son toros.

El varón siempre manda.

¡Dale ya con la rama!

Y las romeras flores

para aquel que las gana.

NIÑO.-

¡Dale ya con el aire!

HOMBRE 2°-

¡Dale ya con la rama!

MACHO.-

Venid a ver la lumbre

de la que se bañaba!

HOMBRE 1°.-

Como junco se curva.

HEMBRA.-

Y como flor se cansa.

HOMBRES.-

¡Que se aparten Las niñas!

MACHO.-

Que se queme la danza

y el cuerpo reluciente

de la linda casada.

(Se van bailando con son de palmas y sonrisas. Cantan.)

E1 cielo tiene jardines

con rosales de alegría,

entre rosal y rosal

la rosa de maravilla.

(Vuelven a pasar dos muchachas gritando. Entra la VIEJA alegre.)

VIEJA.-A ver si luego nos dejáis dormir. Pero luego será ella. (Entra YERMA.) ¡Tú! (YERMA está abatida y no habla.) Dime, ¿para qué has venido?

YERMA.-No sé.

VIEJA.-¿No te convences? ¿Y tu esposo? (YERMA da muestras de cansancio y de persona a la que una idea fija le quiebra la cabeza.)

YERMA.-Ahí está.

VIEJA. ¿Qué hace?

YERMA. – Bebe. (Pausa. Llevándose Las manos a la frente.) ¡Ay!

VIEJA.-¡Ay, ay! Menos ¡ay! Y más alma. Antes no he podido decirte nada, pero ahora sí.

YERMA.-¡Y qué me vas a decir que ya no sepal

VIE JA.-Lo que ya no se puede callar. Lo que está puesto encima del tejado. La culpa es de to marido. ¿Lo oyes? Me dejaría cortar las manos. Ni su padre, ni su abuelo, ni su bisabuelo, se portaron como hombres de casta. Para tener un hijo ha sido necesario que se junte el cielo con la tierra. Están hechos con saliva. En cambio, tu gente no. Tienes hermanos y primos a cien leguas a la redonda. Mira qué maldición ha venido a caer sobre to hermosura.

YERMA.-Una maldición. Un charco de veneno sobre las espigas.

VIEJA.-Pero tú tienes pies para marcharte de tu casa.

YERMA. ¿Para marcharme?

VIEJA.-Cuando te vi en la romería me dio un vuelco el corazón. Aquí vienen las mujeres a conocer hombres nuevos. Y el Santo hace el milagro. Mi hijo está sentado detrás de la ermita esperándote. Mi casa necesita una mujer. Vete con él y viviremos los tres juntos. Mi hijo sí es de sangre. Como yo. Si entras en mi casa todavía queda olor de tunas. La ceniza de tu colcha se te volverá pan y sal para las crías. Anda. No te importe la gente. Y en cuanto a tu marido, hay en mi casa entrañas y herramientas para que no cruce siquiera la calle.

YERMA. -¡Calla, calla, si no es eso! Nunca lo haría. Yo no puedo ir a buscar. ¿Te figuras que puedo conocer otró hombre? ¿Dóndé pones mi honra? El agua no se puede volver atrás ni la luna llena sale al mediodía. Vete. Por el camino que voy, seguiré. ¿Has pensado en serio que yo me pueda doblar a otro hombre? ¿Qué yo vaya a pedirle lo que es mío como una esclava? Conóceme, para que nunca me hables más. Yo no busco.

VIGJA. – Cnando se tiene sed, se agradece el agua.

YERMA.-Yo soy como un campo seco donde caben arando mil pares de bueyes y lo que tú me das es un pequeño vaso de agua de pozo. Lo mío es dolor que ya no está en las carnes.

VIEJA.-(Fuerte.) Pues sigue así. Por tu gusto es. Como los cardos del secano, pinchosa, marchita.

YERMA. - (Fuerte.) ¡Marchita, sí, ya lo sé! ¡Marchita! No es preciso que me lo refriegues por la boca. No vengas a solazarte como los niños pequeños en la agonía de un animalito. Desde que me casé estoy dándole vueltas a esta palabra, pero es la primers vez que la oigo, la primers vez que me la dicen en la cara. La primer vez que veo que es verdad.