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– No, lo siento, no creo que pueda ir. No veas qué jaleo en el trabajo. Creo que me tocará quedarme toda la noche. ¿hasta qué hora durará eso?… Bueno, si salgo a tiempo me paso.

– Genial Carlos. Creo que acabará sobre la una o así.

– Bien. Pues ya te diré algo. Si no te veo esta noche mañana podemos tomar un café. ¿Te apetece?

Ella parece ilusionada. Es la primera vez que yo muestro cierto interés. Me dice que el café de mañana podemos tomarlo aunque nos veamos hoy. La oigo sonreír al otro lado de la línea. La doy esperanzas.

– Claro. Eso está hecho.

Colgamos. seguro que ahora se pasa toda la tarde pensando en mí. Me gusta eso. Que piense en mí. Que me desee. Mañana no tomaré café con ella. Mañana estará muerta.

Día 8

Me gustan las noches de finales de agosto. Camino por la calle protegido por el anonimato de la gran ciudad. El excesivo calor de los meses anteriores ya no azota mi cuerpo perfecto. No es extraño ver gente con una camisa de manga larga. La gente no se asombra al verlo. Es bueno para mí porque puedo llevar un cuchillo oculto más fácilmente.

Por supuesto no voy hasta el bar a ver la exposición de pintura. No quiero ni imaginarme a un grupo de tipos haciéndose los entendidos, opinando acerca de un montón de brochazos verdes sobre un fondo azul. Imagino sus comentarios: "eso simboliza el alma del pintor sobre el mar. Adora el mar". ¿Qué mierda es esa? El puto pintor limpió en ese lienzo sus pinceles y de paso vomitó en una esquina. Algún gilipollas decidió que era grandioso y ahora el cuadro está colgado en la pared de un bar con una etiqueta que pone "esperanza sobre el mar, 600 euros".

Paseo por las calles cercanas a la casa de Lorena. Espero. Paseo. Espero. Son las dos de la mañana de un día de diario. No hay nadie por la calle. Está oscuro. La veo a lo lejos. Ella también me ve a mi. La veo sonreír. Desde lejos me hace una señal y acelera el paso. Viene hacia mí. Dejo que se aproxime. Se acerca. Me mira a los ojos y me abraza. Me da un beso. Siento algo especial cuando me besa. Me gusta. Ahora sé que tengo que acabar con ella cuanto antes. No puedo cometer ningún error. Nos dirigimos hacia su casa. Me está contando cosas de los cuadros de la exposición. Me da igual. Cállate. No quiero saber nada de ti ni de la maldita exposición de mierda.

Pasamos delante de un garaje. La empujo hacia dentro. La agarro con fuerza y la beso. Con mi mano izquierda subo su falda y empiezo a tocarla. Ella gime de placer.

– ¿Me lo vas a hacer aquí mismo? ¿no aguantas hasta casa?

– Te lo voy a hacer en todas partes.

Sonríe y gime. Tiene los ojos vidriosos. Le gusta. A esas alturas mi mano derecha sujeta el cuchillo. La sigo tocando con mis dedos. Me acerco a ella. Gime de placer. Meto dos dedos en su asqueroso coño. Gime un poco más. Gime por el placer que surge del deseo concedido. Clavo mi cuchillo en su costado. Sus ojos se abren mucho. Saco mis manos de su sucias bragas y tapo su boca. Vuelvo a clavar el cuchillo. Siento la sangre caliente fluir por mi mano derecha. Me aparto un poco para no mancharme. Cae al suelo. Sigue viva. Sigue mirándome. Mi mano sigue tapando su boca. Vuelvo a clavar el cuchillo en su corazón mientras, con voz suave recito:

"Débil mortal no te asuste

mi oscuridad ni mi nombre;

en mi seno encuentra el hombre

un término a su pesar.

Yo, compasiva, te ofrezco

lejos del mundo un asilo,

donde a mi sombra tranquilo

para siempre duerma en paz."

Día 9

Dormí muy bien esta noche. Supongo que el placer de saber que esa maldita zorra no volverá a molestarme con sus llamadas ha sido suficiente somnífero. Esta mañana al despertar me sentía bien, muy bien. Creo que la humanidad vuelve a estar en deuda conmigo. He librado al mundo de otro ser humano inútil.

Camino del trabajo pasé por delante del quiosco del maldito viejo. Allí estaba él, esperando a la muerte. Veo en sus ojos ganas de acabar. Yo le haría un favor si lo matara en ese momento. Compro un periódico. No veo ninguna noticia acerca de la muerte de Lorena. Normal, ya era tarde. Continúo mi camino. Entro en el metro. Esta es la peor parte del día. Tengo que rozarme con basura asquerosa. Carne humana apestosa, maloliente, sudorosa. Espero en el andén. Mientras espero voy mirando a derecha e izquierda. Observo. Veo sus caras. Hay dos extranjeros, sudamericanos, con mochilas. Hablan amistosamente. Cerca veo a un gordo asqueroso con la camisa sudada. Hay mucha más gente, pero ese maldito gordo me llama la atención. Seguro que se pone a mi lado.

No dejo de observarle. Es un cerdo asqueroso. Está mirando a una chica joven que también espera en el andén. La está mirando como un puto salido. La mira el culo y las tetas. Avanza un paso y puedo ver sus ojos mirando el coño de la chica. No es que ella merezca vivir, es una puta asquerosa, pero me da asco ese tipo de comportamiento. Miro al resto de hombres del andén. Muchos de ellos miran obsesivamente el culo de la joven. Joder, dan asco. Sois todos puta basura inmunda. Por eso os odio. Porque sois como los monos. Deberíais estar metidos en una puta jaula en el zoo. Escoria.

La mayoría de la gente que está allí esperando tiene defectos. No, la mayoría no, todos. Son intentos fallidos de humanos, hombres y mujeres. Imagino cómo debe ser un hombre y les miro a ellos. Dios, me dan asco. No son como deberían ser. Unos son gordos. Otros son demasiado altos. Otros están muy delgados. Mierda me estoy volviendo loco. Quiero matarlos a todos. Y ese olor, ese puto olor. Ese maldito hedor penetra en mi s fosas nasales. Están contaminando mis pulmones perfectos. Tengo que salir de allí antes de morir infectado por tanta imperfección. Me giro. Ando hacia la salida. El metro está entrando en la estación, pero a mi no me importa. Salgo a la calle y camino.

Fuera hay mucha gente. Es también asqueroso, pero por lo menos puedo evitar rozarme con ellos. Decido caminar hasta el trabajo. Sólo será una hora caminando. Es mejor eso que morir ahí abajo, con esa puta gente. Sonrío. Soy perfecto. Yo salvaré la raza humana.

Día 10

"Se desconocen las causas del asesinato de la joven Lorena, hace dos noches. Es el segundo asesinato en menos de una semana, posiblemente a manos del mismo loco". Así es como uno de los periódicos más importantes del país titulan el hecho. Malditos. Les ayudo, les libro de las peores basuras de esta ciudad, limpio de estiércol sus tristes vidas y me llaman loco. No tienen ni idea. Yo no estoy loco. Ellos estaban locos. Ahora están muertos.

Leer esas líneas me hace comprender que la gente no está aún preparada para entenderlo. Imagino al redactor de la noticia, un capullo lerdo que no ha entendido nada, escribiendo mientras bebe un café en su mesa y comenta el partido de fútbol del día anterior. Es patético. Lo escriben sin pensar. Dan asco. Manejan la información, la controlan, la modifican. La gente los cree sólo porque escriben en un periódico. La gente compra esos panfletos, los leen y se lo creen todo. ¿Cómo pueden ser todos tan inútiles?.

Recibo varias llamadas de amigos. Todos me preguntan sobre la chica. Saben que quedábamos de vez en cuando. Yo aparento estar afligido. El dolor es insoportable. Ella me gustaba de verdad. Eso les hago pensar. Capullos. Ella está mejor ahora. Todos están mejor ahora que ella no está. Ellos no se dan cuenta. Hoy tendré que disimular mucho.

A media tarde una llamada me ha preocupado de verdad. Alguien, identificándose como policía, me comenta que tengo que ir a comisaría. Por lo de Lorena. Saben que yo mantenía una relación con ella. Es mentira. Sólo quedábamos de vez en cuando y follábamos. Ella follaba casi con cualquiera, joder. No me pongo nervioso. No tengo nada que ocultar. Ella está muerta y yo lo lamento mucho. Estoy triste. Si pudiera atrapar al asesino despiadado que ha hecho esto… mañana he quedado con el inspector. Sonrío. No tengo miedo de nada. Mañana iré a la comisaría y haré una gran representación. Idiotas.