Día 11
La charla con el inspector de policía encargado del caso del asesinato de Lorena fue mucho más amena de lo que me podía esperar. He de reconocer que me intrigó bastante, y me sorprendió con algunas cosas que dijo. Parecía ser un hombre inteligente, a pesar de su cargo de funcionario. No es que los funcionarios no sean seres inteligentes, es que casi nadie demuestra el más mínimo de inteligencia. La maldita demostración de esto es sencilla: sólo tienes que salir a la calle y observar a la gente. De toda la asquerosa chusma con la que puedes cruzarte más del 99% es completamente inútil. La raza humana está perdiendo la inteligencia que un día ganó. Cualquier animal demuestra más habilidad mental que el hombre.
El inspector no parecía dudar de mi dolor intenso por la pérdida de una amiga, un ser querido. No obstante sentí cómo su mirada escrutadora intentaba buscar dentro de mi cerebro un síntoma de culpabilidad. Estaba convencido de que el asesino era un conocido de Lorena. Él creía que era yo, seguro. Lo noté en sus ojos. Mereció mi respeto. Hacía mucho tiempo que no conversaba con alguien y sentía ganas de matarle, o de arrancarle la sonrisa de su cara, o de aplastar su cabeza contra el suelo hasta reventarle un cerebro que no utilizaba nunca. Sin embargo el inspector mereció mi respeto. Qué pena que, a pesar de ser un tipo listo, no sea lo suficientemente listo como para acusarme formalmente. Nunca llegará a mi altura.
En casa decidí eliminar mis diarios de Internet. Creo que sólo podrían traerme problemas. Ahora escribo sólo para mí. Algún día, maldita humanidad, lo podréis leer. Cuando estéis preparados. Y me agradeceréis lo que hice por vosotros. Me idolatraréis y guardaréis mis imágenes veneradas. Yo eliminaré los restos asquerosos de esta sociedad. Yo limpiaré al hombre de tanta inutilidad.
Esta mañana, mientras iba a desayunar, me fijé en la cantidad de idiotas que había en las calles. Les miraba las caras. La mayor parte de la gente parecía ser completamente idiota. O peor, tenían potencialmente un cerebrocapaz, pero preferían utilizarlo sólo para las funciones mínimas para la vida: respirar, comer, beber y excretar. Dan pena. Miras sus rostros. Sonríen hablando entre ellos. ¿De qué coño se ríen? ¿No se dan cuenta de su inutilidad cerebral? Me han dado asco. Me necesitáis. Seguiré luchando por la humanidad. Soy un salvador. El nuevo mesías.
Día 12
Ayer fue el entierro de Lorena. Por supuesto asistí al sepelio. Había allí una gran número de personas, conocidos, amigos, compañeros de trabajo y, por supuesto, allí estaba yo, su asesino. Era una sensación grandiosa saber que yo era capaz de generar todos esos sentimientos. Había gente llorando, indignada. No les culpo. Maldito desalmado asesino. ¿Cómo puede alguien ser capaz de hacer algo así? Ella era una gran persona. Una chica joven, alegre, guapa, inteligente. Lo tenía todo. Tenía un novio simpatiquísimo. Eran la pareja perfecta. Una lástima. Idiotas. Era una más. Estaba perdida desde el comienzo, desde que la dejasteis venir a este mundo. Yo os he librado de ella. No entendéis nada.
Mucha gente me mira y se acerca a mí. Me da el pésame. Todos sabían que teníamos una relación. Ella debía haberlo contado por ahí. Maldita zorra estúpida. Lloro. Pero no desconsoladamente. Lo justo para que se vea el dolor en mis ojos. Beso a la madre y doy un abrazo al padre. Actúo. Soy el mejor artista de este mundo.
Por fin todo acaba. La obra de teatro finaliza. Se baja el telón. Pido un taxi y le doy la dirección de mi casa. Mientras arranca voy pensando en qué clase de taxista será. Espero que no me dirija la palabra en todo el viaje. Joder, no los aguanto. Mierda. Se pone a hablarme. Me pregunta, c on mucho tacto, o lo que una mente como la suya pueda entender por tacto, si vengo del cementerio. Pienso que es la frase más idiota que he podido escuchar en toda la mañana. No le culpo. Tiene el cerebro lleno de mierda. Lleva un periódico deportivo en un asiento del coche. Está gordo. Lleva las ventanillas bajadas. Suda. Suda por que está gordo. Suda porque ha tenido que pensar cómo preguntarme esa absurda frase.
Le contesto con simpatía. Soy un joven simpático, agradable. Soy la potencia hecha acto, pero sin desvirtuar. Soy la idea platónica de la perfección humana. Soy guapo. Soy inteligente. Más que nadie. Tengo el poder de decidir quién vivirá hoy y quién morirá. Soy la mano de dios en la tierra. Hablo con el taxista amistosamente. Acabamos hablando de fútbol. Es lo más lejos que ese hombre podrá llegar. Me cuenta que de taxista ha sido testigo de muchas cosas. Algunas muy raras. Se considera una persona culta. Cada minuto que paso en ese coche me dan más náuseas.
Llegamos a mi calle. Pago y le doy una propina. Me da el pésame. Me da la mano. No sería un mal tipo si tuviera algo de inteligencia. Me despido con educación. Salgo del taxi y me dirijo a mi casa. Hoy no iré a trabajar. Estoy desconsolado. Han asesinado a mi novia. Yo te maldigo, asesino.
Día 13
La mañana de trabajo ha sido muy aburrida. Las mismas caras de siempre. Los mismos comentarios. Los mismos gestos. Se ha acercado a mí mucha gente. Algunos son para mí casi desconocidos. Me dan la mano. Me dicen que lamentan lo de mi chica. Yo pongo cara de pena, pero por dentro pienso que son idiotas. Se me ha acercado un tipo con el que jamás había hablado. Me dice que es el director de la sección de marketing. Que se encarga de las campañas publicitarias y las acciones con clientes. Joder. Acciones con clientes. ¿Qué mierda es esta? ¿Dónde coño estamos metidos? Oigo hablar a esta gentuza y sólo puedo pensar en sus ojos apuñalados, sus lenguas cortadas, sus genitales destrozados y desgarrados.
Odio esta gente del trabajo que intenta utilizar términos técnicos, espectaculares, para referirse a pantomimas y chorradas. Acción de marketing. Una puta carta, una invitación a una comida o un cartel es una acción de marketing. Imbécil. Después de hablar con todo el día con capullos decido que yo no mato gente: cambio el estado de sus vidas.
Es una pena que esta gentuza enturbie un díatan importante para mí. Hace cinco años que falleció mi madre. Al salir de la oficina me dirijo hacia el cementerio. Antes decido pasar por una floristería. Quiero poner un buen ramo de flores sobre la tumba de la única persona decente que pisó este mundo. La dependienta del establecimiento me atiende con amabilidad. Tiene un buen cuerpo. Su cara es bonita. Me mira. La muy zorra está deseando cerrar la puerta y follarme allí mismo. Lo sé. Soy un tipo atractivo y muy agradable, pero no soy un puto salido de mierda. Sé que podría hacérselo allí mismo. Sin embargo sólo soy amable con ella. No pretendo metérsela en un día tan especial para mí.
La miro. Ella envuelve las flores con cuidado. Decido que no estaría mal echar un polvo un día de estos. Compro una rosa aparte del ramo y antes de salir de la tienda se la doy. Se queda cortada. Sonrío. Se acerca a mí y me besa en los labios. Alguien entra en ese momento en la tienda. Me da una tarjeta con su teléfono y me despide amablemente. Soy un Don Juan. Mientras me acerco a la tumba de mi madre voy pensando en el poder que me ha sido otorgado. Soy capaz de seducir a una dependienta salida ninfómana y matarla mientras la digo que la quiero. Seguro que lo acabaré haciendo. Llego frente a la tumba de mi madre muerta. Rezo. Madre, intento hacer que te sientas orgullosa de mí. Tienes un gran hijo.
Día 14
El caso de Lorena ya casi no sale en los periódicos. Ya no es noticia. Ahora interesan más otras cosas. Ni siquiera el viejo del quiosco lo comenta. Ya no existes, Lorena. Tampoco existe el pobre cerdo al que corté el cuello con mi cuchillo. Realmente se lo cortó él mismo. A estas alturas ya estará empezando a descomponerse. Ahora mismo su cadáver desprende un hedor nauseabundo, como toda la vida que llevó.