Выбрать главу

Estoy en el trabajo. Decido salir de allí. Llevo cuatro horas seguidas trabajando, sin parar. Revisando páginas y páginas llenas de garabatos y mirando una pantalla de ordenador. Oigo a capullos cerca de mí que hablan estupideces banales, así que bajo a tomar algo un bar cercano. Entro en el local. Espero apoyado en la barra. La misma camarera de siempre. Se acerca a mí. Antes de que diga nada pido un café con leche. Hay dos tipos cerca de mí, hablando. Escucho su conversación. Están hablando de perfiles psicológicos de asesinos. Es curioso. Hablan de los asesinos en serie. Hablan del cerebro humano como si lo comprendieran. Los observo detenidamente. Patéticos. Están hablando del comportamiento del hombre, de su complejidad, entre trago y trago de cerveza. Cada uno tiene un bocadillo en la mano. Casi no saben hablar. Son como monos, repiten lo que ven. Aprenden sin saber lo que hacen. Hablan sin saber de qué coño están hablando. Se nota en sus caras. Son jodidamente incultos y aún así se atreven a hablar de locura y enfermedades mentales.

Así es la mayoría de la gente con la que me cruzo hoy. Son todos unos malditos expertos en hablar tonterías, sin tener ni idea de nada. Debería matarlos a todos. Pienso en matar cuando suena mi teléfono móvil. Es un amigo. Quiere salir a tomar unas cervezas esta noche. Le digo que no puedo, estoy cansado, pero le aseguro que mañana quedamos. Cuelgo. Marco el número de la dependienta de la floristería con mi móvil. Al otro lado del teléfono una voz sensual contesta. Joder, me excito sólo con escucharla. Hablamos un rato mientras me toco. Me masturbo a la vez que me cuenta su día en el trabajo. Pienso en su culo. Es genial. He quedado con ella dentro de dos horas en un bar del centro. Tomaré algo con ella y volveré a mi casa. No quiero trasnochar. Soy una persona muy formal y mañana hay que trabajar.

Día 15

Anoche salí a tomar algo con la dependienta de la floristería. Quedamos en un bar del centro de la ciudad. Me gusta ese local. Es un sitio tranquilo. La música no está demasiado alta y puedes hablar con facilidad. Cuando llegué ella estaba sentada en un taburete, junto a la barra. Estaba tomando una copa. Me pareció interesante. La mayoría de la gente tiene miedo de esperar bebiendo alcohol. La mayoría de la gente tiene miedo de reconocer que sus vidas son aburridas y que necesitan alcohol y drogas para salir del horror en el que se hayan sumidos.

Hablamos un rato. Ella no parece demasiado nerviosa por haber quedado con un desconocido. Pienso que ya lo ha hecho más veces. Joder, es una puta experta en follarse tíos a los que no ha visto nunca. O quizá no. Está buena. La estoy haciendo reír. Soy un seductor. Ella está deseando meterse en la cama conmigo. Me levanto. Voy al servicio. Antes de entrar me giro y la miro. Ella se ha levantado también. Está justo detrás de mí. Entramos juntos. Está detrás de mí. Rodea mi cuerpo con sus manos y comienza a tocarme. El pecho. La cintura. La polla. Me giro. Cerramos la puerta. Comienzo a besarla. Meto mi mano debajo de su pantalón. Me gusta esta clase de pantalones ajustados, elásticos. Mi mano penetra perfectamente. La toco. Gime. Zorra. Está empapada. No necesita demasiado para calentarse. Con un movimiento violento la doy media vuelta. Bajo sus pantalones con mis manos. Aparto el tanga con mis dedos y meto mis dedos en su coño. Sigue gimiendo. Quiere que la folle ya. Me pongo un condón y se la meto. La follo. Ella apoya sus manos en la pared. La empujo. Rabia. Ira. Con cada empujón que doy ella gime un poco más alto. Toco sus pechos con mis manos rodeando su cuerpo. Follo. Agarro sus muñecas. Está entregada a mí. Cada vez me muevo más rápido. Ella se mueve conmigo. Seguimos. Seguimos hasta el final. Me corro. Ella también se corre. Nos quedamos quietos. Lentamente me aparto. Ella se gira. Se sube el pantalón y antes de que yo me lo pueda subir se arrodilla delante de mí. Me mira. Se mete la polla en la boca y la chupa. Para y me mira. Esto es para limpiarte, me dice.

Salimos del baño. La camarera nos mira. Me acerco a la barra y la pido una copa para mi amiga y un refresco para mí. La guiño el ojo. La camarera parece algo azorada. Está nerviosa. Sonrío. Vuelvo con la dependienta. El resto de la noche habló de estupideces. Trabajo, amigos, banalidades. Folla bien pero la preocupan las mismas tonterías que al resto de la gente.

Vuelvo solo a casa. Esa noche dormiré bien. Me ha gustado quedar con ella. Ella se ha ido a su casa en taxi. No quise ir con ella. Mañana tengo un viaje de trabajo a las ocho de la mañana, mentí. Joder puta, no pretendas casarte conmigo por un buen polvo, pensé. Llego a mi casa y me ducho. No puedo soportar el olor del humo en mi cuerpo perfecto. Después me echo en la cama y duermo. Mañana será un día largo.

Día 16

Cuando sonó el despertador esta mañana estaba profundamente dormido. Quizá por eso tardé algo más de lo normal en salir de la cama. Anoche llegué realmente cansado a casa. Mientras me preparo para salir de casa pienso en la dependienta. Joder, espero que no espere nada de mí. Tengo una labor más importante en mi vida que dedicarme a follar con ella por las esquinas.

Salgo de casa. Es viernes. La gente parece más contenta l os viernes. Todos están jodidamente podridos por dentro y saben que el fin de semana pueden dedicarlo a intentar hacer parecer que sus vidas son algo más que el trabajo. Idiotas. Todo es pura pantomima.

En el trabajo todos intentar alardear de sus planes para los próximos dos días. Pescar. Andar por el campo. Quedar con los amigos. Todos están sobrados de planes. Miro sus ojos. No me pueden engañar. La mayoría odia el fin de semana p orque no soporta a sus familias. Estoy tomando un café, solo, tranquilo. De repente una voz a mi lado intenta establecer una conversación conmigo. Una joven del departamento de recursos humanos se dirige a mí. Debe pensar que me interesa algo de lo que dice. Ya hemos hablado más veces. Le caigo bien. Me pasa con mucha gente. La gente piensa que soy un tipo agradable. La miro. Me cuenta que este fin de semana se va con su novio a una casa rural. Zorra. Creo que intenta darme celos, o algo así. Nos vamos con una amiga mía y su novio, me dice. Eso es genial, – respondo – ¿vais a hacer intercambio de parejas? – digo con cara seria.

Ella me mira. No sabe si lo estoy diciendo en serio o en broma. Decido sonreír para evitar problemas. Ella se ríe a carcajadas. En ese momento llega el capullo de contabilidad. Él también se quiere reír, dice. La de recursos humanos, con sonrisa en los labios dice que es un chiste tonto. Que soy un tío muy gracioso. El de contabilidad asiente. Estoy deseando matarlos a los dos, pero intuyo que eso podría producirme problemas. Me acuerdo del inspector de policía. No debería cometer demasiados errores. Tendré que tener más cuidado.

Mientras pienso todo eso han llegado tres personas más a unirse a la conversación. Todos están soltando su mierda por la boca. Todos son geniales. Sus vidas son maravillosas. Pero a mí no pueden engañarme.

Día 17

Me gusta pasear por el campo. Me gusta andar por un bosque hasta estar lo suficientemente alejado de la estupidez humana y contemplar la naturaleza. Ahí, donde el hombre no ha dejado su huella, puedo descansar. Solo. En silencio.

Este sábado decidí hacerlo. Intenté apartarme de la sociedad. Pensar. Necesito recapacitar. Hago lo que puedo con mis manos para mejorar este mundo, pero no veo el final. Conduje hasta un remoto paraje montañoso. Aparqué el coche y comencé a andar. Anduve varios kilómetros hasta un rincón apartado de todo. No esperaba a nadie allí. Me equivoqué. Llegué hasta el lugar esperado y allí estaba él. Ese maldito inútil con su hijo, pasando un día de campo. Ultrajando uno de los pocos parajes no infectados por vuestra estupidez.